“UN SOPLO DE VIDA”, CLARICE LISPECTOR

Para escribir tengo que instalarme en el vacío. En este vacío donde existo intuitivamente.

La ambivalencia entre lo claro y lo oscuro, entre mi bien y tu mal, entre la razón y sin razón, tan válidas como la libertad de expresión sin juicio. Es difícil, bastante difícil. Es un camino constante de auto indagación, casi religioso, de estar permanentemente  en contacto con eso indefinible y muy interno. Mirar la sombra, la parte silenciada,  a la que tanto queremos quitarle el saludo; duele, aterra, confunde  y modifica. 

Me hace falta paciencia porque soy varios caminos, aún el fatal callejón sin salida.

Aprender a integrar ese lado que inquieta, es llevarlo a la superficie, olerlo, tocarlo y observarlo, para luego aceptar, componer, reestructurar y transformarlo en la otra cara  de la moneda, sin negar más su existencia. Eso empodera. Empodera y crea capas de consciencia y lucha, que no te dejan aflojar lo inmanente de la escritura. 

Esa parte oculta, es la que nos conecta con la creatividad primigenia, con esa necesidad de canalizar esa fuente infinita de no saberes, que palpita y empuja hacia la epidermis para que finalmente se materialice y tome un Soplo de vida, como el título de uno de los libros más profundos y reflexivos de la gran Clarice Lispector.

Ella trabaja con esa contradicción profunda, vital e interna,  la conoce y la encarna en cada una de sus palabras.

Escribir es una piedra lanzada a lo hondo del pozo

Por eso toda palabra mía tiene un corazón donde circula sangre.

Ella es infinitud, poesía, imágenes y sensaciones, muchas sofocadas  por angustias existenciales que hacen de espejo en la vida misma.

Tengo miedo de escribir. Es tan peligroso. Quien lo ha intentado lo sabe. Peligro de hurgar en lo que está oculto, pues el mundo no está en la superficie, está oculto en sus raíces sumergidas en las profundidades del mar. 

Ella es agua danzante. Es soledad y silencio, es tormenta marina y bajamar.
Indaga, mira, cuestiona y logra  entrar en esa especie de laberinto infinito donde ni el tiempo ni el espacio existen como tal, donde lo efímero puede ser  el gran detonante de una explosión de emociones de las aguas más  profundas  que son gobernadas por el temido Hades.

Hace tantos años que me perdí de vista que vacilo en intentar encontrarme. Me da miedo comenzar. Existir me da a veces taquicardia. Me da tanto miedo ser yo.

El temor a ser uno mismo es una tónica que persigue a Clarice Lispector como parte de su propia biografía. El temor  a dejar de escuchar esa parte interna que habla claro y fuerte cuando es escuchada y también cuando no lo es, porque ella es circular, como la energía, ella se completa con el otro sabiendo que es ella misma también. 
La conexión con la agudeza de su propia observación es lo que la lleva hacia esa frontera invisible  y subjetiva, entre real y lo no real. Entre lo decible y lo indecible. Con Lispector todo límite es desdibujado, ya que ella es expansión y detalle. Lo real es tan irreal que no importa la manera que se navegue, el  viaje siempre será hacia y desde, es luz y sombra.  Es identidad, espejo y reflejo. Punto de partida y final. Un Soplo de vida es encuentro y desencuentro. Es la vida como destello y eternidad.

Todos estamos sujetos a la pena de muerte. Mientras escribo puedo morirme. Un día he de morir entre la diversidad de los hechos.

La conciencia de muerte está en toda su obra y en  sus silencios, porque Clarice Lispector es directa, precisa y sutil a la vez. Porque quien va al inframundo sabe de su inminente caducidad.

Un Soplo de Vida fue escrito poco antes de morir. Su publicación fue póstuma. Los manuscritos fueron ordenados por su amiga y asistente Olga Borelli. El libro fue comenzado en 1974 y concluido en 1977.

Habrá un año en que habrá un mes en que habrá una semana en que habrá un día en que habrá una hora en que habrá un minuto en que habrá segundo y, dentro del segundo, habrá el no tiempo sagrado de la muerte transfigurada.

Clarice Lispector


Crítica para Cine y Literatura

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