“SHOPLIFTERS”, UNA INTENSA EXPERIENCIA EMOCIONAL

El filme que se estrena esta semana Shoplifters (2018) dirigido por el realizador japonés Hirokazu Koreeda, trae a la superficie el tema de la familia, y lo aborda desde una perspectiva que nos hace cuestionar quién es familia, qué la compone, qué nos hace ser familia, dentro de qué códigos nos relacionamos, cuáles son nuestras lealtades y carencias. Toda esta temática va sobre una puesta en escena invadida de pobreza, hacinamiento, abandono y una cara del amor que aborda paradojalmente la falta y la necesidad de hacer tribu, lo que entrega ciertas luces de esperanza.

Ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes y nominada a mejor película extranjera en los Oscar 2019, Shoplifters narra la historia de tres generaciones que viven hacinadas dentro de una mini casa, ubicada entre edificios en medio de la ciudad de Tokio, que ha logrado subsistir a la arrasante industria constructora. Esta casa aparece como una pequeña isla que habla de la supervivencia, una supervivencia en medio del avance de la mal entendida modernidad, habla de la supervivencia donde no se quiere entregar el suelo porque se sabe que es lo único que se posee, y eso mismo se dice de alguna otra manera, sobre la familia, que opera a su vez como isla, como descanso y como código de supervivencia.

La película cuestiona los lazos familiares sanguíneos, habla de la elección del amor, la elección de formar una comunidad, la necesidad detrás de la carencia.

Cuenta la historia de estas tres generaciones que van conformando una comuna llamada familia, la que no siempre está unida por lazos de sangre.

Narra la soledad de una vida que se auto contiene con la idea de ser grupo. Pero también narra las mentiras, los apegos, los miedos y el crecimiento interno forzado por una vida miserable.

La abuela, dueña y sostenedora sana las heridas de la más pequeña integrante recién llegada, más bien recién rescatada, la abuela engaña porque sabe que ella es engañada a la vez, así como el hombre de la casa, que nunca queda muy clara su pertenencia, engaña y enseña a engañar al más pequeño.

Este largometraje es delicado en el guión, las imágenes pueden ser tan abrumadoras como la sensación de abandono, la fotografía es detallada y las actuaciones son extremadamente honestas, coherentes y sentidas. Es un filme que remueve escollos internos ocultos y que remece hasta el punto de la gratitud. Todos estos factores danzan con la música de Haruomi Osono.


Crítica para Cine y Literatura

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